De a poco sopla el viento, se van disipando las nubes ya casi vuelve a salir el sol y vuelvo a ser yo misma. Han vuelto las ganas de de reír a carcajadas, de arreglarme, de cantar, tocar la guitarra, de ir a la facu, al conservatorio y sobre todo de salir.


Hace varios fines de semana que llueve y se me ahogan los planes. El sábado pasado íbamos a ir con las chicas a La Resentida, una peña en Caballito con fama de estar muy buena. Pero con el diluvio preferimos quedarnos en nuestros pagos. Exactamente a las 12.45 am Marta tocó bocina en la puerta de casa, yo estaba del otro lado de la reja esperando. Ay qué linda!! Nos decimos antes de saludarnos cada vez que notamos que la otra dedicó tiempo en acicalarse. Me trajo un dulce de arándanos de su último viaje a Entre Ríos, las mermeladas me encantan así que ya empezó bien la noche.

Fuimos a Los Bolos a ponernos al día con nuestras cosas, tomar algo, escuchar alguna banda hasta que se ponga Jack, otro bar, para bailar un poco. Al rato llegó Solange igual que Marta estaba llena de mocos, yo tenía dolor de cintura por la humedad, el cambio de clima más la edad nos está matando. Había una guitarra dando vueltas, un muchacho que se acercó a charlar con nosotras la trajo, y nos pusimos a tocar el repertorio de temas que interpretamos en los fogones de las últimas vacaciones con Solange sumado a los que preparamos con Marta para nuestras presentaciones en vivo el año pasado: Yo quiero un novio que viva en el barrio, Que mala suerte enamorarse de un músico, Anda y decile a tu mama, Bolero Falaz (Que si vengo que no voy, que si estoy que me pierdo), Nadie (de Gilda) entre otros.

En el sillón contiguo escuchando lo que cantábamos estaba un chico que reconocí porque su foto estaba en los afiches del lugar Isma Sokol ¨¡Isma tocate algo!¨ Le dije y el pibe se copó, otro lo secundó con la armónica, el problema era que tocaba con los ojos cerrados, pasado de quién sabe qué sustancia, casi le rompe la cara al armoniquista con el clavijero de la guitarra varias veces. Ante tal situación las chicas me ponían cara de vámonos ya de acá mientras yo no paraba de reírme.

¨ ¿Eh, a dónde van?¨ Preguntaron los muchachos al ver que nos colgábamos las carteras, ¨A otro lugar, a bailar¨ les dijimos. Isma me presentó a un amigo suyo que también quería bailar, el sujeto venia tomando vino me saludó con un beso dejando alcohol y saliva en mi mejilla. Suficiente. Me asomé a la puerta advertí que paró de llover y aprovechamos para irnos.


Pero surgió un inconveniente, la calle inundada de esquina a esquina. Cómo cruzamos hasta la vereda de enfrente donde estaba el auto; yo penaba por mis sandalias nuevas, Marta propuso cruzar en patas, y Solange cruzar calzadas por si nos clavábamos algo de la calle. Mientras mirábamos si había algún lugar no tan inundado, llegaron dos chicos en moto… chicas ¿Las cruzamos? Ahí nomas se subió Marta llegó al otro lado de la calle, recibió aplausos y acercó el auto hacia nuestra vereda y subimos sin una gota de agua. Llegamos a Jack regias, divinas y secas. Pero nos encontramos con una sorpresa en la entrada: dos tablones de madera para pisar antes de entrar porque también estaba inundado este bar entonces para llegar al primer tablón inevitablemente había que meterte en el agua. Del otro lado de este puente improvisado había mucha gente, festejando Halloween (somos un país colonizado culturalmente también), cumbia, sombreros, guirnaldas, telas de araña. ¿Qué hacemos? ¡Ya fue! Un pie en el agua, saltito al tablón y a bailarrrrr.