Purmamarca, Tilcara, Humahuaca, Iruya, Salta, Cachi, Cafayate, San Miguel de Tucumán, Buenos Aires, Bariloche, Villa La Angostura, El Bolsón, Neuquén y de vuelta a Buenos Aires en un mes. No recuerdo haber viajado tanto en mi vida y lo mejor fue compartir el viaje con mis amigos, con mi familia y con todas las personas que fuimos conociendo en el camino. Si tuviera que definir estas vacaciones en una palabra sería: increíbles, tanto que no encuentro manera de volver a la rutina. Qué sentido tiene estar sentada preparando un final cuando se ha vivido en carne propia que el cielo está en Cafayate, que en San Carlos hay festivales donde abunda el folklore, el vino, las empanadas de carne, humitas, tamales, gauchos con sombrero que levantan polvareda al zapatear. Disneylandia, un poroto.


Un lugar mágico en el que se escucha por todos lados ¨ Gracias a Dios soy soltera ¨ o ¨ Soy soltero y hago lo que quiero ¨. Donde se descubre el verdadero sentido de la soltería y su celebración; donde hay muchachos en cada esquina / peña/ hostel de habitación compartida/ camping/ ansiosos por preguntarte de dónde sos, invitarte un vinito, unos matecitos en la plaza o proponerte cocinar juntos un paquete de arroz o de fideos (además del paté de foie son los únicos alimentos que conocen los mochileros).

Pinta el baile y la guitarreada en cualquier lugar, basta con que suenen dos acordes de una chacarera para tener gente a tu lado acompañando con palmas, bombo o cajón peruano; además podés encontrar a Ricky Maravilla en donde menos lo esperes.

Las familias te abren las puertas de sus casas con una alegría y humildad envidiables, comparten el baño, la cocina, la cena, charlas, experiencias y música.


No sé en que aventura me voy a explayar, si la vez un humahuaqueño me llevó a recorrer la quebrada, de los mates con muña muña que convidamos por ahí, de los gendarmes que nos revisaron enteras por tener pinta de hippies sumado a la tenencia de yuyos para el mate, de la vez que subí al show de una peña, del día en que fui a bailar en jogging y dos jóvenes se pelearon por mi, del loco que nos leía poemas mientras nosotras armábamos la carpa, de la cantidad de Alikal que consumimos, del chaqueño que imitaba a Fito Paez, del viaje de 27 horas en tren con invasión de bichos, de la vez que pensamos que perdimos el micro, del profesor de folklore que agoté pidiendo que me enseñe a bailar zamba, cueca y bailecito, del asado que nos invitó una tucumana…

Pero ahora me tengo que ir a dormir porque a pesar de mí, he vuelto a la rutina.