Si hay algo que he aprendido en mis doce años de colegio católico son los mandamientos. He violado uno de ellos ¨No desearás el hombre/mujer de tu prójimo¨, pero juro que no sabía que ese chango tenía una china.

“Cuando te conocì” en San Carlos mientras comía con las chicas empanadas de carne cortada a cuchillo y vino tinto ¨Animaná¨, te ví entrar al festival. Vestías bombacha, camisa, poncho y sombrero. No eras alto, lo sé, pero por alguna razón me atraen los hombres petisos (quizá por los rumores que corren sobre eLLos).

Ahora te (y me) veo, desde arriba, como directora de esta película o, digamos, corto. Mas avanzada la noche, me miró, lo miré y sonreí. Pasaron un par de zambas, chacareras cuando se acercó y me pidió que lo acompañe a bailar ¨La añoradora¨, chacarera simple. Gustosa acepté, él le dejó un termo con vino blanco y Sprite a un amigo y comenzamos a danzar. ¡Hubiesen visto qué bien zapateaba ese gaucho! ¡Cómo levantaba la polvareda! Para contestarle a ese varonil zapateo yo zarandeé con toda la gracia posible, tanto así que con mi cartera le dí a una viejita que estaba sentada dormidita y la desperté. Por suerte él me miraba a los ojos, como se debe en todo baile de cortejo, y no lo notó.

Nos quedamos charlando, muy respetuoso él, me contó de su vida, me dio su tarjeta Dr. Horacio García López – Odontólogo.

¡Un doctor!... ¡Y de doble apellido!... El sueño de toda china, pensé ¡La plata que nos vamos a ahorrar en ortodoncia para nuestros críos!

Mientras tanto, Marta contemplaba la situación, Mariela le regalaba un beso a ¨Pichón¨, ex compañero de la primaria de Marta con quien bailaron juntos la lambada en un acto escolar. Todos hemos bailado la lambada en algún acto escolar. Ahora, no todos nos encontramos compañeros de la primaria en Salta pero ella es extremadamente popular.

Le dije a Horacio que pronto mei´de volver a mis pagos.

-¿Cuándo?- me preguntó con cara de desilusión

- En una hora- le dije

Ahí nomás el gaucho me encajó un beso con gusto a coca y vino, pero muy dulce, no se olviden que el vino tenía Sprite. Pidió me quedara con él aunque sea un día más, que me llevaría hasta Tucumán a tomar el tren.

-No puedo, el micro sale en dos horas.

Insistió –Tengo un departamento en Salta Capital, cama de dos plazas, tv color (pal-n), videocassetera (mejor aún, videograbadora!) y centro musical. Soy soltero, de Leo (¿vanidoso?) y busco una porteña que tenga una sonrisa como la tuya…

-Soy de Escorpio y mi color preferido es el verde –esperanza-, pero no puedo quedarme.

Y ahí nos besamos hasta que llegó la (siempre mezquina) hora de partir y las chinas me llevaron de un brazo (y yo que me arrastraba: No me quiero ir, salen los Tekis!). Antes de despedirnos me prometió visitarme en Bs As “Cuando vaya a un congreso de odontología”, alcanzó a decir.

A los quince minutos sentada arriba de la combi, mirando por la ventana, pensando en lo sucedido (con los ojos orientados arriba a la izquierda o la derecha, como toda persona que piensa ilusionada), en el destino (en lo ideal y lo real), en bajarme del vehiculo y aceptar la propuesta de quedarme en Salta (y tener tratamiento de conducto a piacere!). Suena mi celular, ¨Qué lindo fue conocerte chiquita, espero que nos volvamos a ver¨. Chiquita no… chinita. Los mensajes de este tipo, se reiteraron los días siguientes, el mes siguiente y el otro, sumado a mails y conversaciones por MSN.

Llegó un día (siempre vuelve a “llegar un día”), durante uno de nuestros acaramelados chats, donde el muy malvado se quitó la careta. Confesó no poder reunirse conmigo en Bs As y no por la cancelación del Congreso de Odontología.

Margarita dice: -¿Por qué? ¿Acaso hay otra?

Horacio dice: -Algo así…

Margarita ha enviado un zumbido

Horacio dice: soy casado.

Margarita ha abandonado la conversación.


De los abandonos también se trata la vida. O tal vez… de saber retirarse a tiempo. El gaucho hizo señas confusas. Jugando al truco uno nunca sabe si la otra persona tiene el 7 de oros o el 7 de espadas. Jugando con Horacio, tampoco. El truco se trata de mentir. Y yo, metida en un real envido, tuve que cantar “Son buenas”. De todas maneras la que perdió es su esposa. Tuve que abandonar mis ilusiones de novela, vivir en un rancho preparando humitas en chala, mientras espera un gaucho llega montado a pelo y no un gaucho embustero como este.

Lástima. Con lo que me gustan los tamales…