En la facu me pidieron un relato de mi primer experiencia laboral. He aquí mis recuerdos.


Mi primer trabajo fue una pasantía conseguida a partir de la materia “búsqueda laboral” obligatoria en el último año del polimodal.

Me asignaron un puesto de trabajo en el supermercado EKI de William Morris, debía trabajar cuatro horas, cinco días a la semana por $110 + $15 en EKI-Bonos, una asignación estímulo, ya que según las normas de la empresa las pasantías no son rentadas, pues son educativas. Una miseria.

El lugar se caracteriza por tener sólo tres personas trabajando, un responsable a cargo de dos pasantes (a quienes burlonamente llamaba pikachus), encargadas de un sinnúmero de actividades. Mi espacio era el de la caja registradora, cuando había mucha gente debía tocar tres timbres ubicados en la parte inferior de la misma para pedir refuerzo. Y cuando no había nadie, en general de ocho a nueve de la mañana tenía que realizar la limpieza, reponer mercadería, revisar fechas de vencimiento, hasta perseguir “mecheras”. Todos los días, excepto los domingos, cuando venía tanta gente a comprar los alimentos para el almuerzo familiar que no había un instante para despegarse de la caja, sólo para ir al baño o para tomarme el único break de la jornada, quince minutos.

La empresa parecía no desear que los compañeros de trabajo adquieran confianza o familiaridad entre sí. Ya que cada dos o tres meses hacían cambio de sucursal, a mí no me cambiaban por mi condición de pasante pero en seis meses que trabajé allí, vi ir y venir a varios empleados. Sin establecer vínculo alguno entre ellos ni conmigo. A todos los clientes debíamos atenderlos amablemente y nunca descuidar nuestro puesto de trabajo en la tienda, pues en cualquier momento podrían venir las “mistery shoppers” unas mujeres que haciéndose pasar por clientas en realidad venían a supervisar a los empleados.

Además de realizar concursos estúpidos para elevar las ventas “la tienda que más pilas vende… se gana entradas para un recital”, “la tienda que más colonia para bebé vende…” (las caras de desconcierto de los hombres que venían a comprar su vino Arca de Noé en cajita, cuando yo les ofrecía colonia para bebé) “la tienda que más jugo en polvo vende se gana un día de campo” obviamente después del día de campo había que volver a trabajar. Intentaban fomentar la competitividad con carteles del estilo “Ranking de los empleados más productivos” (los que cajeros que escaneaban más productos por minuto) y “Ranking de los empleados menos productivos” por supuesto yo estaba entre los últimos puestos.

No tengo anécdotas agradables de mi trabajo allí, sino en su mayoría dolorosas. Un día se me cayó un pack de gaseosas en la cara, me corté el labio, rompí una caja entera de vinos (de la torpeza me hago cargo), me corté el dedo, me llené de olor a podrido limpiando bachas de pollos, sachets de leche reventados y de alimentos en mal estado.

Cuando terminé el tercer año del polimodal, yo había trabajado varios meses obedientemente para que ellos me efectivicen y aumenten mi sueldo un 50%. Nunca sucedió, despidieron a todos los pasantes en mi situación para volver a contratar otros nuevos y poder pagarles $110 + $15 en EKI-Bonos.