Me gusta la cumbia, mucho. Hace rato tenía ganas de ir a una bailante pero ningún compañero corajudo que me acompañase. A mis pedidos contestaban con excusas “Pero yo soy rubio y mido 1,90 ahí voy a llamar la atención”, “No. Me van a querer cagar a palos” o “Mirá que si te tocan el culo yo no salto”.

Hasta que alguien me dijo – Bueno, vamos.

En esta noche tocaba Ángela, cantante de cumbia romántica de mi agrado.

El lugar se ubica en Morón a una cuadra de la estación, junto a una pizzeria, hay una puerta con una escalera por donde se sube, los pasos acompañan el ritmo de dos cuartos de la música. Llegamos al primer descanso de la escalera un hombre de seguridad nos pide documentos, luego de chequear que ambos seamos mayores de 18, no importa que nuestras caras lo demuestren, se asegura de ello y nos deja sacar las entradas. Hay una ventanita que me llega al ombligo en la pared detrás una señora que vende las entradas. -$30 los hombres, $10 las mujeres- Me gusta ser mujer. Compramos las entradas y seguimos subiendo, antes de ingresar al lugar, ahora si definitivamente, un señor de unos setenta años, camisa blanca con rayas rojas, corta nuestros tickets y nos pide los documentos nuevamente. – Para evitar problemas con la cana- aclara.

El lugar no muy grande, luces de colores por doquier, un escenario bajito en medio de la pista hombres parados contra la pared, sosteniendo vasos, relojeando a las mujeres antes de invitarlas a bailar. Me llama la atención la diversidad de edades, voy al baño, ni muy limpio ni muy sucio, en la cola una chica de 18 de musculosa y jean chupín, una mujer de 45 minifalda, botas, medias de encaje y musculosa negra de lycra y brillos y yo de jean y remera lisa. Le pregunto a la señora para tantear la onda ¿A qué hora tocará Ángela? –Y seguro después de las tres y media, Ángela siempre viene a esa hora-

La cola iba aumentando y una chica cruzando las piernas con las dos manos en el medio de ellas me dice – Me hago pis amiga, ¿me dejas pasar? - la dejo, estoy de visitante no quiero enemigos. Mientras paso al baño, cierro la puerta, escucho dos muchachas que se insultan a los gritos. Uh se armó, pienso condicionada por tanta advertencia de hecatombe. Pero cuando salgo veo que estaban bromeando entre ellas.

Vuelvo a la pista y no puedo dejar de mirar a las personas a mi alrededor, las mujeres vestidas todas muy provocativas, parejas de cincuenta años tranzando como púberes, travestis bailaban, un hombre que bailaba sólo con un blazer viejo, pañuelo al cuello de a ratos se subía al escenario, un tipo gordo que recorría el lugar micrófono en mano animando el baile, un joven que camina con ayuda de dos bastones encastrados en sus codos, se saca fotos con un grupo de mujeres que lo abrazan y una le pone las piernas encima para la foto, él sonríe contento. Mesas y sillas de plástico, una bola de espejos inmensa que estaba a un costado del lugar en vez de estar en el medio de la pista. Todo eso me resultaba un tanto extraño, no así la música muy familiar para mí, estaba en mi salsa, Gilda, Sombras, Lía Crucet, Sebastian, Damas Gratis, La Nueva Luna, Amar Azul, Los Charros, Gladys La Bomba Tucumana, Karina, Pibes Chorros, Mario Luis, Dalila, Los Caligaris, Los Ángeles Azules, Rodrigo, Leo Matioli, Los Chakales, Los Ávila, Ráfaga, Grupo Green, Red, Antonio Ríos, Los Palmeras, Tambo Tambo, etc. La misma música que se baila en toda fiesta digna. La noche transcurrió sin ningún altercado, salvo por uno personal.

Vámonos Marga que está el novio de la madre de mi ex – Me dijo y enfilamos para la salida.