Hace mucho tiempo en Cafayate se inició una tradición romántica que consistía en homenajear a las damas del pueblo. Luego de las reuniones familiares, en las sobremesas, se decidía sacar las guitarras y el canto a la calle, buscando los balcones floridos, las rejas de una ventana, especialmente donde vivían las más bellas representantes del valle, regalando serenatas, hasta que los sorprendía el alba.

A partir de esta tradición en 1974 comenzó a festejarse anualmente La Fiesta de La Serenata en el mes de Febrero que es cuando se prepara la vendimia. Dice la gente del lugar que esta fiesta es un embrujo de música y amor... Tené cuidado! Me advirtieron.

Sin dudar dejé Tucumán y tome el micro a Cafayate entusiasmada por La Serenata, que todos los norteños me la describen como el mejor festival de folklore del país, mejor aún que Cosquín; como me encanta el folklore no podía perdérmelo.

Esta fue la tercera vez que llegué a Cafayate, bajé en la terminal rememoré el camino a la casa de Roberto, donde me hospedé las dos veces anteriores. Él tiene una sala de exposición de sus cuadros donde pinta paisajes cafayateños además de alquilar las habitaciones de su casa.

Al llegar entre porque la puerta estaba abierta y lo encontré pintando, lo saludé, le pregunté si se acordaba de mi –Creo que si- me respondió.

Luego llegó su mujer, dijo recordarme, me ofreció una pieza vacía para seis personas. Y ofreció no cobrarme porque soy amiga de la casa. Al instante me invitaron un almuerzo: empanadas de carne, acompañadas con vino por supuesto esta vez fue Animaná en cajita tinto y blanco con soda. Blanco para el primo de Roberto que venía de Bs. As. y tinto para nosotros dos.

Nos pusimos a charlar y me contó que a la tarde le rendían un homenaje en el acto de inauguración de La Serenata y me invitó a acompañarlo. Obviamente acepté -¿Quién más te acompaña?- Le pregunté, pensando que semejante acontecimiento sería importante para su familia y amigos.

-Nadie más, Malvina se tiene que quedar cuidando la casa-

Después de dormir una siesta lo acompañé al evento. En la espera me presentó algunos amigos suyos artistas también, un cineasta, dos escritores de poesía, uno que todo el tiempo intentó venderme sus libros pero no me gusta la poesía excepto que venga con música.

Apenas comenzó el acto de inauguración el gobernador tomó la palabra. Le pregunté a una señora qué tal era y me contestó que es considerado el mandatario más churro del país. A los pocos minutos Roberto pasó al frente a recibir su mención de honor mientras yo me esforzaba para sacarle una buena foto para mostrarle a su familia pero la prensa ubicada delante me tapaba.

Abrieron el predio, no cobraron entrada, había un escenario gigante todo para el folklore y muchísimos puestos de comida por todos lados. La felicidad me invadía. Roberto volvió a su casa yo me acomodé y me dispuse a escuchar, comí empanadas mientras veía pasar las bandas, a medianoche salió Arbolito que por allá no son muy conocidos, bailé, canté a pata suelta. Luego salió Galleguillo que lleva la chaya riojana donde quiera que va, la gente comenzó a tirar harina, espuma, corrían, bailaban y saltaban sin parar. Entre medio de la humareda enharinada lo vi, dudé, pensé, me acerqué y le pedí un trago de vino.

-Oui, enchanté...- me respondió

Me sacó a bailar, descalzos en medio de la harina, la espuma, la música y las risas nos besamos. Desde ahí no se bien que pasó las dos semana siguientes no se si las soñé, si las viví, si me embrujó La Serenata o qué, pero fue increíbles.