El pasado viernes a la noche, volví a casa después de ir a la radio. Nadie, ningún plan, heladera vacía, nada, vacío, bajón, ¿quién podrá ayudarme?

Ahí nomás levanté el tubo y llamé a mi Bati-compañera Marta. Quien me dijo ¨Ponete colorete que en un rato te paso a buscar¨. Al rato llegó en el Bati-Senda compañero de aventuras, jamás nos dejó a pata, a veces se le traba la puerta del conductor y hay que subir por la puerta trasera, que una vez se quedó en un paso a nivel, que siempre llevamos una jarra en el baúl por si se queda sin agua. En el asiento de atrás Paulita (la prima), pasamos a buscar a Pili por la casa y enfilamos para Los Bolos. Antro hurlinghense si los hay.


Nos ubicamos cerca de la estufa, pedimos un vinito y una picada, tratamos de charlar a pesar del volumen de la banda El cantante se cree Axel Rose y los personajes no tardaron en acercase a nuestra mesa.

El primero fue Mauricio, que además de estar borracho era gangoso, por lo que era imposible entenderle una palabra. Pero eso no le impedía tirarle los perros a todas: Mirhña he lindha honrihisa he teñhes, eshña los ohjos celestes he tieñe… Más tarde nos enteramos que era casado y probablemente cornudo (un amigo le contó a Paulita que la mujer de Mauricio le habría tirado los galgos).
Por suerte no vino la inspección de la municipalidad, entre el porro y el vino que abundaba en el lugar, sumado a los disturbios ocasionados por nosotras, yo no quería soltar la guitarra mientras Pili y Paula tocaban los tambores que improvisaron con las mesas y unas tablas de madera que había por ahí. El dueño del lugar vino a decirme ¨Nena, no es mala onda, pero una canción más y listo porque tenemos que cerrar¨.
Pili haciendo percusión tiró dos veces cosas de la mesa. Me volcó vino en las zapatillas, el pantalón y la bufanda. Con el vino volcado, el morocho Jorge le hizo una cruz en la frente a Marta, la empapó, mientras decía "alegría alegría!".
Una mina, teñida de rubia, agitó desenfrenada las cumbias que tocamos.
Otra, gritaba: "dale flacaaaa!! diste vuelta el bolicheeeeee".
Raro que no estaba la Moni entre tanta sustancia.

Lo que si hay que reconocer es que todos nos trataron muy bien, un muchacho que apodamos ¨El Raly¨ sólo porque tenía el pelo largo con rulos, le dedicó un tango cantado al oído a Marta; Jorge le regaló una armónica a Pili porque él estaba mal ese día pero cuando ella le habló, lo alegró; a mi me llevó un joven afuera ¨a charlar más tranquilos¨. Marta no me vio, se asustó y empezó a buscarme por todo el lugar, a llamarme por teléfono.

- Margaaaaa!!

- Acá estoy. Estoy bien.

- Ah nena me asusté… sigan, sigan.

Nos cortó el mambo.