El día de hoy, sabemos que es comercial, que probablemente lo inventó Todo Moda para vender esos muñequitos horribles que dicen feliz día. O quizá se remonte a los fabricantes de las tarjetitas, tipo señaladores que vendían en mi época con fotos de animales (los más populares eran los perritos, gatitos, pajaritos y los caballos) con un poema.

De todas maneras tomo la ocasión para decirles a mis amigas que las quiero con todo mi corazón. Que son las mejores del mundo, uno de los hechos que sustentan dicha afirmación es que el dinero que juntamos entre todas vendiendo pastelitos, empanadas y pebetes lo destinaron a pagar mi viaje de egresados. Enumero aquí otros hechos puntuales que lo demuestran.


Valita me prestó su pollera de jean preferida, para ir a bailar, cuando me robaron el pantalón.

Marta me cruzó el río a caballito para que yo no me enferme.

Moni mientras yo deliraba de fiebre me aplicó remedios caseros para calmarme (papas en la frente).

Solange me bancó cuando la dejé a pata en Villa La Angostura (porque yo conseguí quien me lleve en moto).

Caro me eligió de testigo de casamiento auque yo la fui a visitar sólo dos veces en dos años.

A Pili atendió a las clientas insoportables por mí y cambió los turnos de trabajo para que yo pueda salir los sábados a la noche.


Y cuando ya pensaba que no cabía lugar para más amigas en mi vida, aparecieron otras dos que adquirí en la facultad y aprovecho para agradecerles por estos años de apoyo intelectual/emocional.

A Adela por la compañía para preparar finales, tu cooperación para construir el sentido de los textos intersubjetivamente. Por darme bed & breakfast (y baño con agua caliente) los días de cautiverio estudiantil. Por los recreos, los chistes tarados y las historias de vida.

Cristina, por explicarme todas las materias que hicimos juntas, prepararme para todos los finales, ayudarme con los parciales domiciliarios, corregirme los parciales domiciliarios. Por darme la rigurosidad que me falta para estudiar. Y como si fuera poco prepararme cosas ricas para amenizar el estudio.

Y a todas…

Por estar para remendar las heridas sentimentales.

Por ayudarme a estudiar cuando me faltaba voluntad y concentración.

Por festejar cada uno de mis logros como si fueran suyos.

Por las salidas de cada fin de semana que hacen más liviana a la rutina.

Por las fiestas compartidas.

Porque me ayudan a encontrarme cuando me pierdo.

Por las horas de psicoanálisis sin cobrar honorario alguno.

Por todos los mates compartidos.

Por todas las copitas de vino.

Por los viajes que hicimos.

Por escuchar mis canciones durante horas, sin parar.

Por bancarse al amigo pesado/feo del pibe que me este chamuyando.

Por su sentido del humor.

¿Les dije que las quiero un montón?