Cumplí 26 años y la sensación de que por algo estoy acá, crece día a día. Encontré una profe de canto que me está ayudando con cosas que hay que destrabar y desandar. Encontré a Diana, una amiga que resultó verdadera, que me llenó de regalos, de consejos, de energías y me abrió un universo nuevo de espiritualidad. Que por ahora no entiendo casi nada pero me encanta escucharla hablarme sobre qué soy en el calendario Maya, cuáles son las fuerzas que me guían desde el año en qué nací, cuáles son las señales a las que tengo que estar atenta este nuevo año de vida y cuales son los obstáculos a superar. Por otro lado, después de estar tres semanas en un lugar conocí personas muy buenas, que hicieron de mi cumpleaños una fiesta. Idir y Toni, los franceses, me ayudaron a hacer las tortas, se encargaron de llevar y traer a los invitados en su auto, me compraron Fernet y me regalaron un collar que yo había visto en la feria, el “Nene” me trajo dos dulces caseros que me estoy bajando a cucharadas, vino Manu (otro francés que vive acá) con su familia, de sorpresa invitaron a Enzo y a su hermano, que tocan y cantan folklore así que hicimos peña y para terminar Lucia, la cocinera, pidió cumbia en el restaurante, armó el baile y terminó bailando arriba de las sillas.


Nada mejor en la semana cuando los problemas de la convivencia comenzaron a aparecer, las imágenes que yo construí de algunas personas no son en realidad lo que yo creía, y hay cosas del día a día que no sé cómo sortear sin confrontar. Aprendí que no todo es lo que parece y me fui del camping.

Empecé a buscar lugar dónde ir, averigüé en una comunidad hippie, al lado de una casa de una señora que tiene 18 perros, en hostels. Diana me invitó a quedarme con ella y sus tres hijas así que vine por unos días... y me quedé.